jueves, 9 de septiembre de 2010

El "Pato" rinde honor al viejo número cinco

Sosa está convirtiéndose en el alma del equipo aurinegro.

Es cierto que la historia de los grandes trofeos concedidos a los jugadores se han nutrido muchísimo más de los amos y señores del encantamiento con la red. Y, también es verdad, que no hay nadie que provoque mayor impresión en un espectador que el endiablado jugador que deja tirado en el campo de juego a más de un rival.

La magia paga. Seduce. Motiva a levantarse de la butaca o de la tribuna para entregar una ovación y decenas de aplausos al pibe que se metió entre dos o tres rivales. O al que arrancó a mil por hora y dejó, adentro del surco logrado en el césped, el alma derrotada de sus oponentes de turno.

Sin embargo, si hubiese que conceder un premio por lo que pasó hasta ahora en el Torneo Apertura, no hay dudas que el "Pato" Marcelo Sosa estaría en la cabeza de la lista. ¿Por qué no?, con el premio ya en sus manos.

El "Pato" ha sido el dueño emocional del cuadro, pero con las armas que evocan sus mejores procesos. Porque esta vez no se gana títulos por "retrucarle" al juez o páginas y fotos por revolear a un adversario cinco metros para un costado. Este Sosa que hoy disfruta Peñarol es el "5" que inmortalizó la importancia de esa función en el equipo.

Sosa juega como los de antes. Con la cabeza levantada, metiendo el pase justo, floreándose cuando lo quieren encimar. Cumple la función que da el equilibrio justo. El del tipo que mete pierna, pero usa la inteligencia y la técnica para sacar rédito de las deficiencias del rival.

Ayer, por ejemplo, terminó imponiendo su presencia en base a calidad pura. A los caños que tiró para salir jugando desde el fondo, no para sobrar, y a la solvencia con la que realizó los quites.

No hay ninguna lucha por un trofeo especial, ni siquiera un ranking para ir viendo las evoluciones de los jugadores, pero si existiese Sosa ya se habría posicionado por encima de todos. Y por robo.


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