Cánticos, saltos y un estruendo de tambores provenían de un pequeño espacio en el fondo norte del estadio madridista. Eran apenas dos centenares de seguidores del Peñarol, pocos pero muy ruidosos y animados.
Esa minimarea aurinegra fue capaz de levantar de los asientos a las más de 70 mil personas que asistieron al partido. ¡Qué orgullo de afición! Una ola, y otra ola y otra ola... y eso que iban perdiendo. En su mayoría eran uruguayos residentes en España, aunque también se dejaron ver algunos carboneros (que nada tiene que ver con la novia del famoso portero madridista) que vinieron de Nueva York.
Y así, con olas, música y alegría la barra uruguaya terminó animando a toda la serena hinchada del Real Madrid, esa que deseaba ver cómo era el nuevo equipo bajo los mando del entrenador portugués José Mourinho. Sin embargo esa expectación voló a los pocos minutos de empezar el partido.
El juego del Real Madrid no fue uno de los atractivos del encuentro. El equipo blanco estuvo medio aburridor y sin grandes jugadas, lo que no pudo alimentar la ilusión y expectación para la nueva temporada, que está a la vuelta de la esquina.
Aún así, los goles de Di María (min. 68) y Rafael Van der Vaart (min. 90) hicieron que el Real Madrid y sus nuevos fichajes (Canales, Di María, Pedro León, Khedira, Carvalho y Ozil) se quedaran en casa la copa de la 32 edición del Trofeo Santiago Bernabeu.
Y así, todos contentos, pero a medias: un Real Madrid que se queda en casa con un resultado a su favor pero con un juego sin novedades. Y un Peñarol que se vuelve a Uruguay sin trofeo pero con una afición de oro. ¡¡¡Y dale dale dale Pe , Peñarol, y dale dale Pe, Peñarol!!!

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