sábado, 13 de diciembre de 2008

Peñarol 1982: un campeón que asombró al mundo

El Estadio Olímpico de Tokio, el 12 de diciembre de 1982 Peñarol derrotó al campeón de Europa -el Aston Villa inglés- y cosechó los elogios de la prensa mundial. Aquí, el comentario de la revista argentina “El Gráfico”.

Este Peñarol del asombro se hizo dueño de Uruguay, de América… y ahora también del mundo…

…Las oleadas de atacantes ingleses iban a sucumbir ante el sólido peñón aurinegro, comandado por el glacial coraje de Gustavo Fernández y la resistencia de Saralegui, Bossio, Olivera y Gutiérrez.

Aston Villa tiene en su médula el fútbol inglés de siempre. La lucha como emblema, la carrera como axioma, el juego aéreo como síntesis ideal y el pase de líneas rectas. En la cancha prevalecía ese estilo, ante la espera de Peñarol que naufragaba en la otra mitad del planteo, porque adelante nadie era capaz de retener la pelota.

A los tres minutos Cowans reventó un pelotazo en el poste cuando la estirada de Gustavo Fernández no alcanzaba. Y recién a los 17’ aparecía Morena maniobrando en el área chica. Pero cuando el partido se balanceaba en ese entregarse al destino de los equipos, apareció Juan Vicente Morales cortando un pase de White a Morley. Apelando a quién sabe qué ancestral señorío de algún campito perdido en su infancia futbolera, levantó la cabeza y cortó para Jair. El brasileño la pasó por encima de Mortimer. Allí apareció un Peñarol comenzando a trascender.

Entonces el asombro de los japoneses cambió de tono. En vez de asombrarse por la exhibición inglesa, comenzó a cautivarse por la sutil elegancia de Jair, el toque preciso de Morales, el esquive imprevisible de Walkir Silva. Entre ellos empezaron a poner las cosas en su sitio y allí arrancó el sensacional triunfo aurinegro, porque todo se centraba en establecer claramente las diferencias. De un lado, el fútbol de las Islas… del otro lado, el ingenio latino, que es capaz de oponerse a la velocidad y al espíritu de reacción…

…A los 27’ McNaught empujó a Morena a siete metros del área, de frente al arco de Rimmer. Jair le pegó por encima de la barrera. Allá fue Rimmer, la manoteó, dio en el poste, se elevó y giró hacia el medio del arco, por el efecto que llevaba al picar, y traspuso la línea antes que llegara la zurda de Morena. Si algo faltaba era ese toque de subyugante precisión, que apartó el partido del fragor de un combate medieval y lo llevó a donde quería Peñarol: a jugarse en el terreno dispar de las habilidades.

El público reaccionó ante el impacto del gol… Saralegui, Bossio, Olivera y Gutiérrez se erigieron en columnas que evitaban que llegaran pelotas comprometidas a Gustavo Fernández, quien bajó algunos centros como para decir quién era el arquero.

Se fue el primer tiempo, regresaron y el Aston Villa seguía lanzando sus oleadas ofensivas… Apareció entonces el estilo imprevisible de Walkir Silva y esa maquiavélica elegancia de Venancio Ramos…

Ramos llegó con la pelota en sus pies y pareció haber asestado ese toque de malicia que termina en una sonrisa. Silva arrancaba sin saber él mismo dónde podía terminar, y en un arranque así terminó el partido: iban 67’ cuando recibió de Ramos entre Williams y Evans, arrancó derecho al arco con esa “insensata ingenuidad” que trae bien adentro y lo lleva a desafiar a los guardias de Su Majestad, aguantó el desesperado foul de Mc Naught y remató sobre la salida de Rimmer, el balón rebotó y en la recarga se halló con la pelota, el arco libre y un partido del tamaño del mundo definido…

Siguió la más dramática parte del encuentro. Los ingleses, inclaudicables en su carencia de imaginación, siguieron imperturbables atacando como al comienzo. Peñarol supo que estaba en los umbrales de la gloria y acomodó las cosas de tal modo que hizo del estadio un gran escenario para lo que estaban ofreciendo.

Un Peñarol seguro en su destino de campeón quiso ofrendar su parte de festival. Aportó los pasos sencillos y nostálgicos de los tangos, tan cerca y tan lejos del pueblo japonés. Su fútbol se hizo intimista, sereno, cadencioso. Hasta los hombres más “opacos” emitieron sus fulgores.

Hacer las cosas estériles y complicadas fue la vulgaridad del Aston Villa; convertirlas en fáciles fue la lección del Campeón del Mundo.

Peñarol 2 Aston Villa 0

El equipo: Gustavo Fernández, Victor Hugo Diogo, Walter Olivera, Nelson Gutiérrez, Juan Vicente Morales, Mario Saralegui, Miguel Bossio, Jair, Venancio Ramos, Fernando Morena, Walkir Silva.

Goles: Jair y Walkir Silva

(Seleccionado de un artículo aparecido en “El Gráfico” el 14 de diciembre de 1982.)

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